Cuando era chico, mi viejo me dijo que había un equipo que era el más ganador y más grande del mundo. Que unos tipos se habían encargado de llevarlo a ser el Rey de Copas. Un tal Arsenio Erico fue el goleador más grande de la historia del fútbol argentino. También me contó sobre un equipo que llevó un gran número de jugadores al seleccionado nacional. Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz conformaban la delantera más peligrosa del planeta tierra. Uno que le decían Pato, de apellido Pastoriza, se cargó unas cuantas copas al hombro para llevarlas a la vitrina del club. Que figuras como Vicente de la Mata habían dejado su huella en la construcción del reino. Marangoni, Bertoni, Percudani, otro tal Pepé Santoro, Pavoni, Hacha brava Navarro, Bernao, Artime, Yazalde, Giusti, Galván, Trossero, y un sin fin de glorias que ayudaron a que todo lo que se exhibe en el estadio se haya ganado.
También me contó que nuestros rivales de barrio, Racing Club, le tocó descender de categoría. Mientras Independiente ganaba un campeonato local y todo producto del mismo partido. A todo ésto, mi viejo me compró un sin número de camisetas del Rojo y siempre me enseño a llevarla con el pecho inflado y la frente en alto. Tanto en las derrotas como en las victorias. Porque no había porque avergonzarse por un resultado, cuando tu historia te dice quien sos. Esa marca no desaparece núnca y es lo que te hace grande.
A parte, cuando crecí, vivencié yo mismo la hermosa experiencia de ganar títulos locales e internacionales. De ver a unos locos que tocaban y tocaban y te la mandaban a guardar. Garnero, Serrizuela, El Negro Clausen, Usuriaga, Gustavito López, Islas... El equipo liderado por el Tolo en 2002 con Silvera como goleador. Y finalmente la copa Sudamericana de la mano de Tuzzio, Mathew, Parra y entre otros, todos los monstruosos arqueros que teníamos.
Obvio que en el cuento se dejan muchas figuras y nombres grossos afuera. Pero algunos son recordados con menciones especiales.
El primer crack que recuerdo haber visto, en esos recuerdos que quedan cuando uno es menor de 4 años, es el mejor número 10. Mi ídolo en el fútbol. También el de Diego. El mago Bochini. Que con una gambeta desde la casa, ya te quebraba todos los huesos.
Un Jorge Burruchaga, que además se destacó jugando con la camiseta de Argentina en 1986. Que siempre decía que si te perdías en la cancha, que lo mires al Gringo Giusti, siempre iba a saber ubicarte.
Luego Gabriel Milito se pondría el mameluco para llevar al Rojo a lo más alto. Junto con grandes como figuras y al gol de cabeza de Pusineri, me regalaron un título más, siempre dejando todo y nunca perdiendo de vista que al fútbol hay que jugar con clase.
Más adelante disfrutaría de un arquero como Ustari, quien bien sabía como atajar y salir a hacer un gol con esa misma pelota. Su lesión en los JJOO, lamentablemente lo enterró en lo más profundo... Para mí, el mejor arquero que vi en mi corta vida.
A los 15 vi debutar a un Agüero contra San Lorenzo. Lo vi sortear muchas patadas y tragarse varias otras. Aún así se levantaba y seguía con la pelota. Con mucho corazón, garra y sobre todo, talento puro. Esa quinta amarilla la lloré. Pero su paso fue algo completamente inolvidable y esperamos con los brazos abiertos para cuando quiera volver.
La figura de Montenegro es especial, ya que pudiendo haber agarrado cualquier camino, decidió que tenía que venir a poner el pecho a la situación. A dar una inmensa mano. Claro, él podría haberse quedado con su paso glorioso en el campeonato del 2002, o bien con la imagen del último día en la Doble Visera. Pero no, volvió. Y le agradezco infinitamente. Tanto a él, como al Gaby Milito. Son un pedazo de historia del club y siempre se los va a recordar como grandes.
En mi vida también viví cosas como el gol de Caldera a Boca, de mitad de cancha. El taco de Cambiasso, igualito al de Redondo contra el Manchester United en el Old Trafford, culminando en gol en ambos casos. El gol del Rolfi a River con pase de rabona del Pocho. El quiebre de cadera de Agüero a Racing. Infinitas jugadas brillantes y goles espeluznantes.
Si pongo todo lo que me trajo al día de hoy no termino más. Ésto es un resumen de la gloria que nos trajo a los hinchas el club más importante del mundo. Y el sentimiento es siempre el mismo, cuando ganamos o perdemos. La sangre es siempre del color de la camiseta titular.
Si a pesar de todo lo que viví con el Rojo voy a bajar la cabeza por una mala jugada del destino y otros tantos años de hacer las cosas mal, entonces mejor empiezo a mirar Lacrosse. Hoy perdemos la categoría, pero lo que yo quiero al club no se puede cambiar por un resultado. Voy a seguir estando. Porque eso es lo que me enseñó mi papá y es lo que cantamos en el himno del club. Saludamos al contrario, vencedores o vencidos.
Las palabras de los demás no me van a afectar, también hay muchos otros que me están bancando. Porque supongo que de eso se trata. A mi me nació igual cuando River tuvo que dejar la primera división. Obviamente, no todas las personas son iguales. Así que tomé la sabia frase de un muy amigo y la voy a poner en práctica. "Yo no me caliento más." Si en vez de enojarme aporto mi granito de arena, entonces uno se siente mejor por dentro y está ayudando en el objetivo de recuperar lo perdido.
Somos los de Independiente y siempre luchamos unidos.
Gracias por ser como sos y gracias a mi papá que me enseñó muy bien.
ROJO TE QUIERO